Para protegerse de los poderes concentrados, nuestros fundadores separaron los poderes del gobierno federal en tres ramas, proporcionando a cada rama la capacidad de controlar y equilibrar a la otra para garantizar que ningún individuo o grupo tuviera demasiado poder sin control.
Muy pocos dichos son tan verdaderos y atemporales como la idea de que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Nuestros fundadores, que sufrieron bajo la tiranía del rey Jorge III, entendieron ese peligro. Entonces, cuando obtuvieron su independencia de Gran Bretaña, diseñaron un sistema de gobierno para evitar que cualquier cuerpo o individuo poseyera demasiado poder. Ese sistema separó los poderes del gobierno federal en tres ramas, proporcionando a cada rama la capacidad de controlar y equilibrar a la otra para garantizar que estos poderes se mantuvieran divididos.
Por ejemplo, según la Constitución, el Congreso tiene el poder de la cartera mientras que el Presidente ejecuta las leyes del país y es el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Además, el Presidente puede vetar la legislación aprobada por el Congreso, el Congreso puede juzgar y destituir al Presidente de su cargo, y el poder judicial puede declarar que las acciones de las otras ramas son inconstitucionales o de otra manera inconsistentes con la ley existente. Ahora, esto puede parecer una forma realmente ineficiente de estructurar un gobierno en el que cada rama puede anular a la otra, disminuyendo la efectividad del proceso de toma de decisiones. Hay algo de verdad en esto. Pero nadie dijo que la democracia tiene que ser eficiente. De hecho, imagínese, por un momento, un mundo sin Separación de Poderes. En un mundo así, Washington, D.C. probablemente sería más eficiente, pero el Presidente podría salirse con la suya con casi cualquier cosa.
Imagínese viviendo en un mundo así. Un día, ve al presidente pronunciar un discurso en la televisión, en el que anuncia una nueva propuesta de impuestos que perjudicará gravemente a su pequeña empresa. Obviamente Usted está muy molesto y expresa su frustración en Facebook. Escribe apasionadamente sobre cómo es dueño de una ferretería que se ha transmitido en su familia durante tres generaciones. Pero si bien el negocio es un elemento básico de su comunidad, los márgenes son más ajustados que nunca, y este nuevo impuesto podría sacarlo del negocio. Termina la publicación diciendo que las políticas del presidente están destruyendo a las pequeñas empresas en todos los Estados Unidos.
La publicación se vuelve viral. De hecho, ayuda a provocar una protesta pública por el nuevo impuesto y amenaza la fortuna política del presidente. Pero aunque se siente orgulloso de haber dicho la verdad, pronto se da cuenta del avispero que ha perturbado.
Un día, de camino al consultorio de su médico, se da cuenta que alguien con un traje negro lo está siguiendo. Al día siguiente, los amigos y ayudantes del presidente tuitean ataques contra usted, que incluyen detalles humillantes que solo su médico podría saber. La semana después de eso, una conversación telefónica privada entre usted y su esposa de alguna manera se hace pública, extendiéndose como un incendio forestal en Internet. Ha sido manipulada para hacerle parecer abusivo. Y, por si acaso, también recibe una carta por correo indicando que sus impuestos están siendo objeto de una auditoria del IRS.
No sabe que hacer. Tiene miedo y teme por su seguridad y la de sus hijos. Habla con un amigo de la familia que solía ser abogado en el Departamento de Justicia para pedirle consejo. Él le dice que sería mejor dejar todo por la paz. Simplemente no vale la pena el esfuerzo, el costo y el riesgo. Aún así, esto es América y no puede creer que no hay nada que pueda hacer para defenderse. Discretamente, contacta a su representante local, a quien conoce desde hace años, para contarle lo que sucedió. Ella está alarmada por el comportamiento del Presidente, pero explica que a lo largo de los años, los poderes de investigación del Congreso se han reducido significativamente a medida que el poder ejecutivo se ha vuelto más poderoso. Y aunque el proceso de destitución sigue siendo técnicamente parte de la Constitución, en la práctica, nadie lo toma en serio. Además, lejos de ser el árbitro final de lo que significa la Constitución, la representante explica que los tribunales federales simplemente se han convertido en un sello de goma a las órdenes del presidente.
Se da cuenta de que está solo en contra de la persona más poderosa del mundo. Pensara dos veces antes de volver a hablar de ahora en adelante.
Afortunadamente, este escenario no es nuestra realidad. A pesar de todas las tensiones en nuestra democracia, en el ejemplo anterior, HABRÍA tenido recursos en contra de las malas acciones del Presidente. De hecho, el Presidente no solo había violado sus derechos constitucionales cuando ordenó personalmente al FBI que entrara en el consultorio de su médico, que la NSA interceptara su teléfono y que el IRS lo atacara. Cuando el presidente utilizó a las diferentes agencias del poder ejecutivo para su beneficio personal y político, abusó seriamente de su poder según la Constitución. El Congreso, incluso en nuestra era extremadamente politizada, habría investigado. Esto probablemente habría incluido citaciones de testigos y grabaciones en cinta de los presuntos delitos del presidente, que, de ser impugnados, HABRÍAN sido confirmados por la Corte Suprema. Y después de revisar la evidencia, el Congreso HABRÍA tenido la opción de juzgar y destituir al presidente.
Por otro lado, podría pensar que el escenario trazado anteriormente no es tan inimaginable. De hecho, ahora más que nunca, confiamos en el sistema de Separación de Poderes para mantener intacta nuestra valiosa y frágil democracia. En el mundo de hoy, necesitamos representantes, jueces y presidentes comprometidos con nuestro marco constitucional para garantizar la estabilidad y defender a nuestra República en contra de aquellos que quieren ser reyes.